En el siguiente texto es un articulo de opinion de un filosofo argentino-mejicano, es para revisarlo y comentarlo
En todas las grandes
culturas neolíticas, en Egipto, desde los textos de Menfis en el tercer
milenio antes de la era común; en la China, desde el tercer milenio de
dicha era con el I Chin; en el Indostán, desde el comienzo de la
elaboración oral de los Upanishad; en Palestina, desde el siglo VIII
adC, con los profetas de Israel; en Grecia, desde la misma época,
aproximadamente, y en América, un milenio después, se fueron dando los
cánones que organizaban la sabiduría de esos pueblos. Las comunidades
urbanas realizaron una labor de síntesis de los principios que fundaban
sus determinados modos de vida. Los que se dedicaban a esa labor de
ordenar las interpretaciones más profundas de la existencia de esas
comunidades altamente desarrolladas se denominaron amantes de la
sabiduría (en griego filósofos, en azteca tlamatinime). Eran los que
podían dar cuenta de forma ordenada y racionalizada de los diversos
modos del saber, es decir, que relacionaban las observaciones
astronómicas, descubrimientos matemáticos, etcétera, con las
experiencias agrícolas, los saberes medicinales y con los recuerdos de
las gestas de los pueblos.
De esta disciplina intelectual (entre los griegos denominada
episteme, que podríamos traducir como saber estricto por argumentación)
se fueron lentamente desprendiendo todas las hoy llamadas ciencias. La
misma matemática era parte de la enseñanza filosófica en la Academia de
Platón, en Atenas. La astronomía formaba parte de la física, que era una
disciplina filosófica en el Liceo de Aristóteles. La escuela filosófica
de Bagdad, desde el siglo IX, se ocupaba igualmente de la matemática,
inventó los números arábigos, los logaritmos y la astronomía
heliocéntrica, entre otros. Y fue por influencia árabe, por conducto de
los traductores de Toledo, que la filosofía con base empírica
aristotélica llegó a París en el siglo XIII, punto de partida de todo el
desarrollo posterior europeo de las ciencias.
En épocas normales, donde el orden de un sistema civilizatorio
funciona todavía adecuadamente, los momentos clásicos de las culturas,
la filosofía ordena los saberes y permite crear el tejido intersticial
de las ciencias, dando unidad a la cosmovisión correspondiente. Así
funcionó durante más de 20 siglos la filosofía confuciana en China, que
se ha regenerado con el neoconfucianismo que alienta en el presente el
renacer aún económico del Oriente extremo (desde Singapur a Surcorea o
China –ya que Mao Tse Tung, aunque marxista era en verdad un lector
asiduo de Wang Yang-ming (1472-1529), el fundador del neoconfucianismo.
En estos casos la filosofía es el fundamento de la educación del
sistema.
Pero en épocas de crisis como la que experimentamos en el presente
(no sólo en los países centrales del capitalismo por el colapso del
dogmatismo neoliberal y el estancamiento de la producción industrial,
sino igualmente por la crisis de los partidos políticos y el sistema
representativo en todo el mundo) es necesario repensar todo el andamiaje
científico, tecnológico y político, lo que exige tener capacidad
crítica y vislumbrar el conjunto del proceso civilizatorio para inventar
nuevos supuestos y alternativas. Para ello no bastan las ciencias de
mediaciones, de los instrumentos de un sistema, sino las disciplinas que
permiten repensar la totalidad de los medios y los fines, de su sentido
último, para descubrir las contradicciones que han llevado a la
sociedad en su conjunto a callejones sin salida.
Es entonces, en esos momentos límites, que la crítica de la totalidad
es imprescindible y la filosofía es la única disciplina racional (que
sabe pensar aún el fundamento de las ciencias) que puede encarar esa
función crítico-creadora. La geometría desarrolla en un espacio
abstracto y vacío sus axiomas y desarrollos posteriores, pero la
filosofía puede pensar lo que dicho espacio es, condición que posibilita
la geometría. La matemática se ocupa de la cantidad, de los números,
pero no puede definir lo que son la cantidad y el número: los usa, pero
no puede describir su contenido último. Los sistemas de salud, la
medicina, suponen la definición de la enfermedad (que es muy diversa en
cada cultura y evoluciona históricamente), pero no pueden tratarla como
su objeto, sino que la suponen implícitamente. Y así en todos los
sistemas científicos, sociales, políticos o económicos.
La economía de mercado supone la existencia del mercado –concepto
que, en primer lugar, introdujo en la argumentación moderna un filósofo:
Adam Smith (1723-1790)– y su definición exige la intervención del
filósofo. Recuérdese que el mercado fue incluido como un momento de una
argumentación ética y fue la propuesta de B. de Mandeville (1670-1733)
para solucionar la contradicción de la existencia de vicios privados
(como el propio interés) que se transformaban en virtudes públicas (la
producción de riqueza social por parte del egoísta).
En toda crisis la práctica de la filosofía integrada a grupos
interdisciplinarios es esencial ya que permite pensar los supuestos de
un sistema económico, político, pedagógico, etcétera, para crear en cada
campo las condiciones innovadoras de alternativas no sospechadas.
Por ello es lamentable que un país en crisis como México elimine de
la enseñanza media superior el aprendizaje filosófico, lo que supondría
dotar al alumno de recursos teóricos que sólo le permitan repetir lo que
se supone que el mercado en crisis requiere y no, principalmente, para
descubrir innovaciones creativas en otros aspectos o sistemas inéditos,
pero posibles para una mente adiestrada, no en la mera repetición
mimética, sino en saber pensar lo inédito. Más que nunca se necesitan
espíritus creadores y no meramente repetitivos de caminos trillados que
llevan al despeñadero.
Además, la corrupción generalizada de la sociedad, en la economía
(¡hasta los banqueros roban!), en la política (los representantes
piensan en sus ventajas y no en la de sus representados), en la religión
(los sacerdotes son pederastas o corruptores de menores), etcétera, nos
habla de la necesidad de que la población pueda meditar en algún
momento de su etapa educativa sobre la ética, sobre la responsabilidad
del cumplimiento de principios que hagan la vida humana digna de ser
vivida. Y es solamente en las clases de ética, impartidas por filósofos
en la preparatoria, que se pueden estudiar esas cuestiones cruciales
para la existencia humana.
Por todo ello nos parece del todo injustificado, irracional y propio
de personas no sensibles a las dificultades que sufre nuestra sociedad,
el haber pensado siquiera eliminar las disciplinas filosóficas de la
enseñanza media superior. Se formarían profesionales aptos para
apretar botones
de máquinas que no podrían desmontar ni inventar para que fueran las
adecuadas para una sociedad más equitativa. Serían autómatas al servicio
del mejor postor sin ninguna conciencia crítica, ni creadora ni ética.
Lo peor que le puede acontecer a un pueblo es formar a sus
profesionistas como simples ejecutores de órdenes venidas de los países
hegemónicos, que siempre intentan transferir hacia el centro las
riquezas de las neocolonias que se dejan explotar. Es evidente que esos
planes de estudios (la reforma de la enseñanza media superior) han sido
ideadas por los países más desarrollados y dominadores, que nos
venden
esos planes como los más avanzados, siendo, en verdad, proyectos que nos
desarman
teóricamente e impiden detectar los mecanismos de la indicada transferencia de riqueza.
Eliminar las disciplinas filosóficas de la enseñanza media superior
es traicionar irresponsablemente la posibilidad de tomar conciencia de
los fundamentos de la autodeterminación crítica y ética de la
tecnología, la economía y la política del país.